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Sábado, 10 de junio 2023, 12:00
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Arquitecto frustrado, agricultor empedernido. Herminio Íñiguez (Badajoz, 1972) mostró de joven su interés por la arquitectura, hasta que un profesor le aconsejó seguir la tradición familiar para vivir del campo. No es serón de nacimiento, pero sí de adopción después de toda una vida en la localidad a la que llegó en parte gracias al Plan Badajoz. Tras estudiar Ingeniería Agrícola, pasó por varios trabajos hasta ocuparse de la explotación familiar. Después, su faceta reivindicativa le llevó a aceptar el cargo como presidente de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Villanueva (Agryga), cargo que ostenta desde hace siete años.
–¿Cómo llega a Villanueva de la Serena?
–Mi padre es de Pasarón de la Vera, llegó aquí buscando nuevos regadíos con mi abuelo y conoció a mi madre, que es de Villar de Rena. Mi padre vivía en una finca que llevaba en El Torviscal, también pasamos por Vivares y, al final, terminamos en Villanueva. Nací por circunstancias en Badajoz, pero llevo desde los 6 años aquí.
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–Uno no es de donde nace, sino de donde pace.
–Así es. Me integré en Villanueva y, además, mi madre era muy de actividades para nosotros. Así que estuve en el grupo Cogolla, de bailes regionales, unos 33 años; y en los scouts, siempre relacionado con Villanueva.
–El vínculo con la agricultura le viene de familia.
–Sí, mi familia siempre ha sido de agricultores. Cuando estaba en el colegio, quería ser arquitecto porque me gusta mucho el diseño, los planos, los proyectos… Pero un profesor me dijo que cómo iba a estudiar arquitectura, que lo suyo es que estudiara algo de campo ya que mi familia estaba relacionada con eso. Me lo planteé y estudié ingeniería; todo por la vinculación con la agricultura a través de mi padre.
–Él era natural de La Vera, imagino que otros cultivos, ¿no?
–Ellos manejaban el regadío perfectamente allí en La Vera porque agua había mucha, pero eran pequeños terrenos. Y no es como ahora, antes las familias eran muy numerosas; mi abuelo se quedó viudo y se volvió a casar, se juntaron varios hijos y había que buscar el sustento. Fue cuando se hizo el Plan Badajoz, entonces mi abuelo planteó a la familia un traslado porque veían que no eran capaces de subsistir. Bajaron aquí, a fincas de 'señoritos' y ponían tabaco, que lo sabían hacer allí, también algodón; cultivos de antes que mi padre manejaba bien. Luego se fue adaptando a lo que es la zona del Guadiana con el maíz de multiplicación, tomate de industria o arroz, cultivos con los que yo crecí.
–¿Qué recuerdos tiene de sus inicios en el campo?
–Desde septiembre hasta junio, estaba en el colegio o en el instituto; y desde junio hasta septiembre nos íbamos a vivir al campo, a la finca de mi padre que compró con ilusión para trabajar su propia tierra en lugar de arrendada. Yo me he criado viendo sacar adelante una casa con una inversión fuerte en tierra luchando y trabajando. Mi padre era un trabajador incansable, además verato, que eso es un aliciente. Él me decía, hay que aprobar todas las asignaturas obligatoriamente y, si apruebas, te compramos una bici, por ejemplo. Pero la bici era para llevarla al campo y ayudar allí a cortar melones o a llevar el tractor que antes ayudábamos con los tomates. La recompensa por aprobar era irme a trabajar al campo; de joven me quejaba, pero luego te das cuenta que eso es lo que te enseña y te hace saber andar aquí en el campo.
–Mucho ha cambiado todo.
–Recuerdo que mi padre y la gente que tenía trabajando lo hacían de forma muy dura. Antes los trabajos eran más manuales, recuerdo la maquinaria que teníamos antes, simple tracción y más pequeños; hasta que ya empezamos a introducir la doble tracción. Los aperos eran pequeños y las labores se hacían a base de horas en tractores nada cómodos, el riego era a pie y, con lo cual, mucho trabajo manual. Ahora trabajamos mucho porque las explotaciones son más grandes y obligatoriamente tienes que mecanizarla, esto hace que se aligeren las labores. Creo que no trabajamos ni la mitad de duro que trabajaban nuestros padres.
–Además de agricultor, también es presidente de Agryga.
–Sí, esta nueva directiva y yo como presidente llevamos siete años. Debemos agradecer en Villanueva mucho a la directiva anterior, gente luchadora y de campo que defendían a su manera los intereses de la agricultura villanovense. Llegó el momento de su jubilación y yo siempre estuve implicado con el mundo rural y agrícola; me conocían y se me planteó, ya en el momento en que yo estaba llevando explotaciones, que me hiciera cargo de Agryga. Inicialmente no quise, porque llevo una explotación grande y tenía también una asesoría técnica. Pero, al final, acepté. Lo hice además con mucho agrado porque siempre he tenido una vena reivindicativa. Luego hay otra faceta dentro de Agryga que también me hizo aceptar, porque cuando de pequeño iba con mi padre, por ejemplo, a las fábricas de tomate, veía que ellos tenían el monopolio y decidían a quién le daban hectáreas cada año. Hubo un año que las industrias se inventaron una historia de que había que devolver dinero, vi cómo le amenazaban simplemente por plantear que no entendía el porqué. Recuerdo que estaba muy enfadado y esas cosas me iban calando, siempre lo vi como un abuso sobre el agricultor. Algo que he repetido muchas veces es que mi carrera la iba a utilizar siempre en defensa de los agricultores y esta era la oportunidad.
–¿Qué papel juega Agryga?
–Creo que fue el punto de inflexión en una sociedad en la que el agricultor no se movilizaba nada y empezamos con nuestras manifestaciones el 27-M de 2017, en la rotonda de Ruecas. A partir de ahí, empezaron las movilizaciones del campo y la creación de nuevas asociaciones.
–¿Y dentro de Villanueva?
–Agryga es muy importante porque abraza a todos los agricultores y ganaderos de Villanueva Serena. En la Cooperativa San Isidro están los agricultores villanovense, que son socios; pero en Agryga están los que son socios de San Isidro y los que no. Esto es muy importante, pero no sólo por la importancia a nivel local del sector agrícola, sino por la unión que existe. Se palpa el sentimiento que hay y eso para mí es una satisfacción. Entre Agryga y la cooperativa hemos hecho que el campo sea de los pocos que están tan unidos en Extremadura.
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