De la oficina al pico más alto de EE UU
AVENTURA ·
El villanovense Josechu Pineda corona en solitario el Denali, a 6.190 metros de altitud, cambiando su trabajo en el ayuntamiento por el lugar más bello del mundoNo era un plan a la ligera. Escalar la montaña más alta de Estados Unidos y de toda América del Norte, con una altitud de 6.190 metros, no es algo que se haga sin previa meditación. Al menos para Josechu Pineda esa planificación mental de coronar el Denali, en la cordillera de Alaska, se venía cocinando desde hace tres años. El mismo tiempo que llevaba estudiando cada una de sus curvas y aristas, y también sopesando sus propias posibilidades.
Lo que parecía un sueño difícil de alcanzar, por fin se hizo realidad hace solo unas semanas. Este montañero nato puede ya presumir de haber escalado uno de los picos más deseados, y lo ha hecho en solitario. Una hazaña reservada a muy pocos en España, según él mismo confiesa. Y lo ha hecho cambiando su trabajo en las oficinas del Ayuntamiento de Villanueva de la Serena, como asistente al asesor jurídico, rodeado de expedientes e informes, para vivir la mayor experiencia de su vida al límite.
Lo que en un principio era la idea de este villanovense junto a otros dos amigos de las alturas, quedó truncada por la pandemia.
Dos años después, quisieron retomar el proyecto, pero las circunstancias personales de cada cual ya no eran las mismas, aunque en la cabeza de Josechu las ganas no habían variado ni un ápice. Mantenía el plan inicial pero ahora subiría al Denali en solitario, uno de los lugares más inhóspitos, pero también más bellos, del planeta.
Estar 16 días sin compañía entre glaciares asegura que es la experiencia mayor que podrá tener en su vida, aunque reconoce la dureza de la situación vivida. Cuando el 14 de junio pisó por primera vez Alaska no imaginaba la aventura que tenía por delante, llena de inclemencias meteorológicas desde el primer minuto y con temperaturas de hasta 30 grados bajo cero.



Cuenta que no han sido muchos a los que se ha ido encontrando en el camino de subida, y quien lo hacía venía de vuelta, «Incluso hubo días en los que no vi a nadie en aquel lugar inhóspito». Y no es que no haya intrépidos que lo intenten, es que él lo hacía ya casi a final de temporada, porque esperó al máximo hasta verse recuperado de una operación de menisco en el mes de abril.
Material a cuestas
La aventura estaba a punto de comenzar y sobré él pesaban a partes iguales la mochila, con más de 40 kilos, y las preocupaciones de su familia. Para estar en contacto con ellos a diario alquiló un teléfono satélite a través del cual recibía cada día de un amigo la información meteorológica de la jornada y podía avisar a un 'ranger' en caso de sufrir un accidente. «Yo trataba de que todo fuera muy seguro y de hecho avanzaba más lento que los grupos que iban con cordada y anclajes», cuenta. En más de una ocasión se introdujo en una grieta abierta en los glaciares de la que consiguió salir, «porque siempre he tratado de ir con mucha seguridad».



Las subidas y bajadas de temperatura con oscilaciones de hasta 30 grados de golpe, han sido otro de los lastres a superar. Cuando se escondía el sol, ya que allí no se hacía de noche, los termómetros se desplomaban y el viento soplaba zarandeando la tienda de campaña.
Liberaba peso cuando podía, pero a medida que avanzaba la montaña se hacía cada vez más dura. Poco a poco soltaba lastre, pero él tenía la sensación de que la mochila cada vez pesaba más.
Cuando se va en grupo es mucho el material que se comparte, pero no era su caso. Así es que, esa última mañana tuvo claro que no podía continuar de ese modo. «Hay que tener en cuenta que solamente la tienda pesaba 5,5 kilos y 2 del saco, los 3 litros de agua, 1,5 kilos de comida...», resume Josechu. Entre lo eliminado estaba un mono enterizo para el frío que pesaba dos kilos, o el paquete de medicamentos y curas, algo de comida y ropa.
No miente al reconocer que en más de una ocasión pensó en darse la vuelta. Sobre todo cuando el quemador que llevaba para deshacer la nieve y poder tener agua, o calentar la comida deshidratada que portaba, dejó de funcionar. «El día antes de tocar techo en el Denali fue la última vez que pensé en abandonar», confiesa, porque comenzó a sentir malestar y problemas de congelación con 30 grados negativos dentro de la tienda de campaña. Sin embargo, exprimió sus últimas fuerzas y a las 11.30 horas emprendió el último tramo, haciendo cumbre a las nueve de la noche.
«En ese momento disfruté de la imagen más bella del mundo». Es la frase con la que este villanovense resume lo que sintió en la arista cimera. Y justo allí, plantó orgulloso la bandera de su pueblo, Villanueva de la Serena. La bajada duró dos días, no se cruzó absolutamente con nadie y la recuerda llena de «momentos muy duros».
Espectáculo
Ahora, con el paso de los días reflexiona y sabe que no volverá a repetir una experiencia similar, y menos en solitario, porque ha sido una lucha física y mental «pero sobre todo por la preocupación que supone para la familia». Casi está ya recuperado tras haber perdido 8 kilos y sufrir una depresión física.
Sobre su próxima experiencia, de momento no quiere pensar, aunque sabe que para cualquier montañero escalar el Himalaya es lo más. De momento, lo deja en puntos suspensivos, sabiendo que ha sido el primer villanovense en subir al Denali y de los pocos en España en hacerlo en solitario.
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