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El pregonero de la Semana Santa 2022, Felipe Domínguez (en el centro), rodeado por la Junta de Cofradías. HOY
«De las tablas del pesebre al madero de la cruz»

«De las tablas del pesebre al madero de la cruz»

PREGONANDO LA SEMANA SANTA ·

Este pregón se tenía que haber llevado a cabo el 28 de marzo de 2020, pero el maldito virus lo hizo imposible. Dos años después, las palabras siguen teniendo el mismo sentido y el pregonero la misma emoción al pronunciarlas.

FELIPE DOMÍNGUEZ ROMERO

Viernes, 8 de abril 2022

RUISEÑORES DE BELÉN

A la cueva de Belén vinieron los ruiseñores.

¡Qué sorpresa más musical se llevaron los pastores!

Ríe, que te ríe, ríe,

el ruiseñor más risueño: Niño, toma tres palmeras que te abaniquen el sueño. Llora, que te llora, llora, el ruiseñor más pequeño: Niño, no pienses ahora que has de subir al leño.

Niño, piensa en la alborada.

Niño, ¡sueña en el ciprés!

***

Hijo, no pienses en nada; ya tendrás tiempo después.

Pues sí, amigos, es la letra de un villancico precioso, escrito por nuestro querido Arzobispo Emérito Don Antonio Montero Moreno, y he querido traerlo como pórtico de este Pregón.

El motivo de ofrecerles la letra de este villancico, se debe a que cuando me propusieron el honor de pronunciar este Pregón era, precisamente, el día de Noche Buena, 24 de diciembre, de antes de la Pandemia. Estaba yo en mi despacho, de la parroquia de San Francisco, deleitándome, en aquel momento, con la letra y la música de ese villancico.

Era la hora del Ángelus, cuando recibí la grata visita del Hermano Mayor de Nuestra Señora de la Aurora y Presidente de la Junta de Cofradías, Don Juan Vicente Manchado Moreno y del Hermano Mayor de la Hermandad de Cristo Resucitado, Don Pedro Gutiérrez Carrasco. (Ellos, como ha pasado tanto tiempo, puede que no se acuerden). Celebré su visita, como siempre, sobre todo, en un día tan señalado. Pensé que, además de la felicitación navideña, venían a compartir conmigo alguna iniciativa o inquietud, como en otras ocasiones, pero esta vez no fue así, pues luego de algunos circunloquios, se despejó el motivo de la visita. Venían a decirme que, los miembros de la Junta de Cofradías, habían pensado en mí como Pregonero de la Semana Santa villanovense.

La verdad es que, al mismo tiempo que me sorprendió, me agradó esta consideración a mi persona, pues nunca pensé que me pudieran proponer semejante distinción. Acepté agradecido el encargo y aquí estoy esta noche ante todos ustedes.

Cuando se marchó la embajada, me quedé muy pensativo. Qué contraste tan grande, me dije. Precisamente en este día, cuando nos preparamos a celebrar al Niño que nace en la cuna de Belén, me ofrecen pregonar la «Cruz gloriosa del Señor Resucitado», justamente, el día de Noche Buena en la que «Va a entrar el Rey de la Gloria».

Volviendo a la letra del villancico hay una estrofa que deseo repetir, y dice así:

Niño, no pienses ahora que has de subir al leño.

Niño, piensa en la alborada.

Niño, ¡sueña en el ciprés!

***

Hijo, no pienses en nada; ya tendrás tiempo después.

Ese niño ya es hombre, y en estos días de la semana que se acerca lo vamos a contemplar como el «Ecce Homo». Varón de dolores: humillado, insultado, ofendido, despreciado, abofeteado, escupido, despojado de sus vestiduras, ultrajado, maniatado, azotado, coronado de espinas y finalmente crucificado.

Abreviando este introito, da que pensar: El que no cabe en el universo, duerme acostado en un pesebre, el Salvador del mundo, muere clavado en una cruz.

«Hijo, no pienses en nada; ya tendrás tiempo después».

Pero el tiempo se ha cumplido, le ha llegado «La Hora». La hora de pensar que ha de subir al leño. Y este es el motivo por el que:

Llora, que te llora, llora, el ruiseñor más pequeño.

**************************************

Este Pregón he querido titularlo:

«DE LAS TABLAS DEL PESEBRE AL MADERO DE LA CRUZ»

Señor Párroco de Nuestra Señora de la Asunción y Capellán de la Junta de Hermandades y Cofradías, Don Nicomedes Silos Montero.

Señor Alcalde Don Miguel Angel Gallardo Miranda y miembros de la Corporación Municipal.

Señor Presidente de la Junta de Hermandades y Cofradías Don Juan Vicente Manchado Moreno. Hermanos y Hermanas Mayores.

Hermanos sacerdotes Don José María Barrantes Gil, Párroco de la Santa Cruz y de Valdivia, Don José María Franco Díaz, Párroco de Entrerrios y Vicario parroquial de San Francisco de Asís.

Señor Jefe de Protocolo del Arzobispado y Medalla de la Archidiócesis, Don Felipe Benicio Albarrán Vargas-Zúñiga.

Juntas de Gobierno y Hermanos Cofrades.

Señoras y señores, amigos todos, gracias por estar aquí. Les agradezco mucho su presencia.

Al escribir estas letras, me vino a la memoria el recuerdo de los antiguos pregoneros de nuestros pueblos, una institución desaparecida, y recordarán los que ya tienen una edad que, tras un largo toque de trompeta reclamando atención, y el consabido «se hace saber», hasta los niños suspendíamos nuestra sagrada dedicación al juego para escuchar la noticia que nos llegaba caliente y a viva voz.

También yo, imitando a los pregoneros de antaño me presento esta noche ante ustedes y les digo: «se hace saber». Se hace saber que, en los próximos días, se va a celebrar en nuestras comunidades parroquiales y en toda la Iglesia Católica, el misterio más grande de nuestra fe cristiana, y consiste en afirmar que: «Jesús se encarnó, que murió por nuestros pecados, que fue sepultado y resucitó al tercer día y ha sido exaltado a la derecha de Dios Padre». Estos artículos de fe serán conmemorados y celebrados en los días de la Semana Santa, con especial solemnidad en el Santo Triduo Pascual».

Amigos, aquí se podría dar por concluido este Pregón, pues ha quedado proclamada la noticia y la invitación a celebrar y vivir el misterio más grande de entrega y de amor.

Pero no debo terminar aquí, tengo que seguir adelante con este anuncio pregonado, donde el guion es casi siempre muy parecido, pues en todos los casos, se trata de expresar la misma gran noticia, con más o con menos calidad literaria, pero siempre lo pregonado viene a ser lo mismo, cada cual, con su propio estilo, y poniendo el acento en aquello que considera más oportuno o necesario.

Ya que han tenido ustedes la amabilidad de acompañarme esta noche, comprenderán que no puedo dejar pasar esta oportunidad para que mis palabras sirvan no solo de reflexión, sino también de ayuda para comprender y entender mejor el verdadero significado de los días que se acercan.

Gracias a Dios, poco a poco, estamos reanudando todas las actividades que eran habituales antes de la pandemia, tanto en lo personal como en lo social. También en las celebraciones de nuestras comunidades parroquiales estamos volviendo a la normalidad, recuperando algo tan importante y necesario como es la participación presencial.

Este Pregón se tenía que haber llevado a cabo el 28 de marzo de 2020, pero el maldito virus lo hizo imposible. Los señores de La Junta de Cofradías han tenido la atención de invitarme de nuevo a que lo pronuncie ahora, en este año 2022 y lo agradezco mucho. Me toca hacerlo, precisamente, en estos tiempos tan complicados en los que vamos de crisis en crisis, tanto en la Iglesia como en la sociedad en general.

En la Iglesia: indiferencia religiosa, relativismo moral, clamorosa falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, apostasía silenciosa, secularización y, mejor no seguir.

En la sociedad: crisis económica, crisis energética, el sufrimiento ocasionado por la pandemia y, por si no tuviéramos bastante, la tragedia de la Guerra en Ucrania, cuyo desenlace está más que visto y, como consecuencia la economía europea y la nuestra, en caída libre y, mejor no seguir.

Cuando me puse a reescribir y replantear de nuevo este Pregón, me vino a la memoria la persona del Papa Francisco, seguro que muchos de ustedes recordarán la escena, pues fue ampliamente difundida. Todos estábamos entonces en pleno confinamiento. Lo vimos caminando solo, con paso lento y apesadumbrado por una calle de Roma, acompañado únicamente por unos pocos agentes de la Gendarmería, iba a la iglesia de San Marcello (15 de marzo de 2020), que se encuentra en la céntrica Vía del Corso, en una procesión solitaria. Iba a pedir por el fin de la pandemia ante el crucifijo que se guarda y conserva en esa iglesia desde el siglo XIV, considerado como milagroso por generaciones enteras de romanos.

A los pocos días, (27 de marzo) el Papa, al atardecer, lo recordarán también, bajo un cielo plomizo y lluvioso, reza e imparte la bendición «Urbi et orbi» en una la plaza de San Pedro vacía, donde su figura blanca se hace pequeña en un espacio tan inmenso. Con él, solo ese crucifijo que había venerado unos días antes y La Salus Populi Romani, un icono bizantino de la Virgen con el Niño, que la tradición atribuye a los primeros cristianos, una imagen mariana, que acompaña, también desde hace siglos, la vida del pueblo de Roma y se encuentra en la Basílica de Santa María la Mayor.

Se puede afirmar que esos dos momentos, tan espiritualmente intensos, están íntimamente ligados a devociones populares. El Papa Francisco siempre ha valorado la devoción de la gente sencilla, para él, caminar junto al Pueblo de Dios hacia las ermitas y los santuarios, ha sido siempre una forma privilegiada de conseguir el «olor a oveja», que todo buen pastor debe tener.

Este caminar con el pueblo en manifestaciones de piedad popular es, al mismo tiempo un acto de evangelización y de crecimiento en la fe de la gente sencilla como nosotros.

La devoción popular es un lenguaje de signos externos y costumbres a través de los cuales el pueblo expresa su religiosidad. Peregrinaciones, besar y tocar imágenes sagradas, venerar reliquias, las procesiones con las imágenes de Cristo, la Virgen o los Santos, son parte esencial de la religiosidad popular.

Muchas, por no decir todas, de las manifestaciones y expresiones religiosas que se dan en las hermandades y cofradías forman parte la religiosidad o piedad popular. Y si en otro tiempo, estas formas de expresar los sentimientos religiosos, estuvieron bajo sospecha, como ocurrió en los años que siguieron al Concilio, se encuentran en el presente en una situación de auge y de florecimiento, como no lo habían estado nunca.

La religiosidad popular es muy rica en elementos emotivos, celebrativos, simbólicos, estéticos, participativos y festivos que, a veces, escasean en la liturgia «oficial» y que, en realidad, es lo que al pueblo le gusta, desea, pide y necesita.

La Iglesia valora y promueve estas manifestaciones externas de piedad y cuando está bien orientada contiene muchos valores, pues: «Manifiesta una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer». (Evangelii nuntiandi, 48).

El mismo Jesús nos dice: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt. 11, 25).

Sin embargo, el Papa Juan Pablo II, en junio de 1993, cuando visitó el Santuario de la Virgen del Rocío en Huelva, habló de la necesidad de purificar algunas manifestaciones de la religiosidad popular, decía que las hermandades y cofradías -cito textualmente- «tienen mucho de positivo y alentador, pero se ha acumulado también, como vosotros decís, polvo del camino, que es necesario purificar».

Por su parte, el Papa Francisco, en el año 2013, en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio), dice que: «En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio». (nº123).

Un año más, en este de 2022, la Iglesia nos invita a revivir y actualizar el misterio central de la fe cristiana: la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La Semana Santa es para los cristianos el tiempo de más intensidad espiritual y litúrgica de todo el año y el momento de más calado en la vivencia de la fe.

Por esta razón los hermanos cofrades han de reforzar su fe, cuidando su formación litúrgica y espiritual. El compromiso cofrade debe abarcar además de una buena formación cristiana, la participación en los misterios de Cristo y sobre todo la vivencia de la Misa dominical.

Un buen cofrade debe sentir la necesidad de estar plenamente integrado en la vida diocesana y parroquial que implica también una presencia activa en el compromiso caritativo y social y en la vida pública, campos que son propios y específicos de los seglares cristianos.

Un rasgo fundamental que debe definir a las hermandades y cofradías es el de la fraternidad, si lo pensamos bien, ya el propio nombre de sus integrantes nos lo deja claro: cofrades. cofrades no es otra cosa que hermanos.

Las salidas procesionales hechas con devoción y dignidad cristiana, son valiosas catequesis en sus recorridos por las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades. Las cofradías y hermandades han profesado siempre una especial veneración a la Santísima Virgen, han difundido y propagado la devoción a la Pasión del Señor y en sus muchos siglos de historia han creado, conservado y restaurado gran parte del patrimonio religioso que se conserva en muchas de nuestras iglesias y catedrales.

Si nos fijamos en las manifestaciones externas, las representaciones de la pasión, muerte y resurrección del Señor son las más frecuentes. Nunca faltan las imágenes de Cristo a lomos de un borrico el Domingo de Ramos, las imágenes de Jesús cautivo o amarrado a la columna, del nazareno, del crucificado, del Cristo yacente y del resucitado. También las imágenes que representan los misterios dolorosos y de gloria de la Santísima Virgen María: Nuestra Señora de los Dolores, del Calvario, la Virgen de la soledad o Nuestra Señora de las Angustias o del Mayor Dolor, son numerosas por toda nuestra geografía. Y la Virgen de la Aurora, que es de gloria.

He mencionado a propósito, Nuestra Señora de las Angustias y les diré por qué: Hace algunos años, una feligresa muy mayor, ya fallecida, me contó que, en la iglesia de San Francisco, recordaba ella, había una imagen de la Virgen sujetando en el regazo el cuerpo de su hijo muerto, recién bajado de la cruz. (hago un paréntesis para decir que no hay, a mi parecer, angustia más grande y mayor dolor en una madre, cuando tiene que pasar por la tragedia de recibir en sus brazos el cuerpo sin vida de su hijo. «Quien lo probó lo sabe»).

Esa imagen de la Virgen a la que me refiero era conocida, en nuestro pueblo, con el nombre de Nuestra Señora de las Angustias, lamentablemente destruida en los años horribles de la triste contienda. Salía en procesión este paso de la iglesia de San Francisco el Jueves Santo. No sabemos cuál era su recorrido por nuestras calles.

Como anécdota les cuento que, hace algunos años, luego de algunas gestiones en Roma, con el beneplácito de nuestro Arzobispo Don Santiago García Aracil, que en paz descanse, conseguimos traer de allí, una copia en marmolina, como es razonable muy lejos de la original, pero aproximada, de la Piedad del gran Miguel Ángel, que está colocada en la iglesia de San Francisco, en el sitio que antes ocupó la imagen tristemente desaparecida.

Otro dato interesante se encuentra en la hornacina exterior de la portada principal de San Francisco, allí se puede contemplar una pequeña imagen en piedra de Nuestra Señora de las Angustias. Qué gran devoción tenían los frailes franciscanos que, en tiempos pasados, habitaron el convento, por este misterio de dolor de la santísima Virgen María recibiendo en su regazo el cuerpo sin vida del Señor.

Siguiendo adelante les diré que, considerado desde la sociología de la religión, el pueblo cristiano, en general, vive y conecta más fácilmente con el tiempo de cuaresma, que se inicia con el rito tan expresivo de la imposición de la ceniza en nuestra cabeza que, por ejemplo, con el tiempo de adviento.

Todo tiene su explicación pues, desde siglos, el tiempo de la cuaresma se ha predicado y se ha vivido con muchísima más intensidad que el tiempo de adviento.

Se puede decir por tanto, que la Semana Santa, y sobre todo el Viernes Santo, ocupan un lugar relevante, mientras que la celebración de la Vigilia Pascual, no ha calado en el pueblo cristiano de manera suficiente, y el Domingo de Resurrección, queda en un discreto segundo plano, aunque entre nosotros, esto afortunadamente no se cumple pues, en la mañana gloriosa que, es un día memorable en Villanueva de la Serena, la «Aurora esplendente» sale apresurada, en veloz carrera, al encuentro de su Hijo, el Señor resucitado.

La rica gama de tradiciones y de imaginería religiosa acumulada a lo largo de los siglos, alrededor de la pasión de Cristo, lucirá estos días con máximo esplendor por todos nuestros pueblos.

También aquí, en nuestra ciudad, saldrán a la calle preciosas imágenes del Señor y de la Virgen, de mucha calidad y belleza. Algunas de ellas, labradas por reconocidos artistas de prestigio nacional y local. Puestos a reconocer, debemos valorar lo que nos toca más de cerca, por eso, nuestro reconocimiento hacia el artista local Eduardo Acero Calderón. Por su taller han pasado la mayoría de las imágenes que procesionan en Semana Santa, para su arreglo o restauración. Y como no valorar una de sus creaciones más emblemáticas, que es sin duda, la imagen de la Virgen de la Aurora.

Y ahora un poco de historia.

La celebración de los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, narrados por los evangelios, dieron origen a la Semana Santa en las comunidades cristianas de los primeros siglos.

El primer testimonio escrito de un modo explícito sobre las celebraciones de la Semana Santa se debe a los datos aportados por una mujer peregrina llamada Egeria, una viuda piadosa y culta, de clase social elevada, nacida probablemente en Galicia, que fue a Jerusalén, (alrededor del año 380-382) a finales del siglo IV y relata en su diario lo que allí vio y vivió.

Causa gran interés a los estudiosos su descripción de la Semana Santa en Jerusalén. Cuenta esta mujer que, en la ciudad santa, había una procesión el Domingo de Ramos desde el Monte de los Olivos, hasta la Basílica de la Resurrección. El Miércoles Santo, se recordaba la traición de Judas. El jueves se celebraba la Eucaristía en la Basílica del Calvario. En la mañana del Viernes Santo, los cristianos con su obispo recorrían el mismo camino de Jesús, desde el Huerto de los Olivos hasta el Calvario y allí adoraban la reliquia de la Santa Cruz de Cristo, considerada como la auténtica, hallada por Santa Elena, madre del emperador Constantino. El sábado no había celebración.

Gracias, en gran parte al testimonio de esta mujer peregrina, a partir del siglo IV las liturgias del occidente cristiano imitaron las celebraciones de la comunidad de Jerusalén. De este modo, la Semana Santa se extendió por toda la cristiandad. Pero lo que más impresiona de esta gran dama es la hazaña que emprende, porque es realmente sorprendente que una mujer, en el siglo IV, se vaya desde Galicia a Tierra Santa, al otro lado del mundo, a más de 5.000 Km, en su mayor parte, a lomos de un borrico.

Vaya desde este Pregón un homenaje de gratitud y merecido reconocimiento a tantas mujeres que, como la peregrina Egeria, son buenas mujeres, buenas cristianas, que trabajan y se desviven en nuestras comunidades parroquiales. Ellas han sido, y siguen siendo, las grandes transmisoras de la fe. La presencia de la mujer en la Iglesia es constante a lo largo de los siglos, siempre en segundo plano, ya que los puestos de responsabilidad los han ocupado los hombres.

Ellas son mayoría abrumadora en Cáritas, en los consejos parroquiales, en los equipos de liturgia y coros de canto, también a la hora de pasar el cestillo de las colectas y en el rezo diario del Santo Rosario y en algo tan importante como es el cuidado y decoro de las iglesias. Por dar un dato, que confirma lo dicho, le digo que, en España, más del 80% de los catequistas son mujeres, como lo podemos comprar en nuestras respectivas parroquias.

Y ¿qué sería, de las cofradías si no fuera por la dedicación y el trabajo de las mujeres? Ha sido un gran acierto y un ejercicio de justicia que las mujeres puedan formar parte activa, con voz y voto, en muchas asociaciones de la Iglesia. Es de alabar que en la Junta de Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad haya mujeres y entre ellas dos Hermanas Mayores: Cristina Díaz Rodríguez, Hermana Mayor de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima del Calvario y Estrella Arroba Paredes, Hermana Mayor del Santísimo Cristo de la Pobreza. Y las costaleras de la Virgen del Calvario. Y de ningún modo puedo dejar de nombrar a Nieves Moreno Horrillo, Andrea Muñoz Sánchez, Rosario Acero Horrillo, (descanse en paz) y Margarita Gallego Acero, que han sido excelentes pregoneras de la Semana Santa Villanovense.

A las mujeres que acabo de nombrar, y a tantas y tantas que, de forma anónima y desinteresada, dedican con amor y entrega su tiempo en nuestras parroquias, vaya a todas ellas, nuestra mejor consideración y nuestro más sincero agradecimiento.

Entremos ya en los Días Santos

Queda dicho que, desde la teología y la liturgia la Semana Santa se inicia el Domingo de Ramos, sin embargo y si lo miramos desde los desfiles procesionales, en muchos sitios, y también entre nosotros, se puede decir que comienza el Viernes de Pasión, también llamado Viernes de Dolores, siendo este día como la antesala de la Semana Santa.

El pasado 2 de febrero, el día de la Candelaria, celebrábamos la Presentación del Señor en el Templo y, en el evangelio de la misa, leíamos que el anciano Simeón inspirado por el Espíritu Santo acudió al templo cuando José y María, entraban con el niño Jesús para cumplir lo que mandaba la ley y, tras la alegría de tener en sus brazos al Salvador, se dirigió a María su madre y le dijo: «Mira, este niño hará que muchos en Israel caigan y se levanten (…) y a ti misma una espada te traspasará el alma». (Lc 2, 35).

Si observamos, comprobaremos que la imagen de la Virgen de los Dolores, que este día sale en procesión, lleva entre sus manos un corazón atravesado por siete puñales que, simbolizan los siete dolores de Nuestra Señora, o las siete angustias, o las siete lecciones de amor.

«Dame tu mano, María, la de las tocas moradas; clávame tus siete espadas en esta carne baldía»1.

1 Cf. Himno de la Liturgia de las Horas.

El Domingo de Ramos, en nuestras tres parroquias es un día alegre y festivo. «Llevaron el borrico, echaron encima sus mantos, y Jesús montó sobre él. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros hacían lo mismo con ramas cortadas en el campo». (Mc 11,7-8).

Este año, en lo que se refiere a los pasos procesionales hay una gran novedad, como bien sabemos, pues la Hermandad y Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores se ha engrandecido al adquirir la imagen de Nuestro Señor Jesús Cautivo, que fue bendecida hace tres años, el día 24 de noviembre 2019. Es una imagen preciosa del Señor, muy lograda, de estilo realista, que lleva las manos atadas en el momento de ser llevado ante el tribunal para ser juzgado: «Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: Al que yo bese, ese es: prendedlo y conducidlo bien atado». (Mc 14,44).

Los soldados que custodiaban a Jesús se burlaban de él, como rey de los judíos. Le pusieron un manto de color púrpura, una caña entre sus brazos, lo coronaron de espinas y finalmente lo desnudaron.

«Con furor los vestidos quitaron, del monte en la cumbre, al paciente Jesús, y por no iluminar tanta afrenta, las puras estrellas negaron su luz». (X Estación del Vía Crucis cantado).

En el sanedrín judío se burlan de él como falso profeta y lo condenan a muerte. «Todos lo juzgaron reo de muerte. Algunos comenzaron a escupirle y, tapándole la cara, le daban bofetadas y le decían: ¡Adivina! Y también los guardias lo golpeaban». (Mc 14,64-65).

Los soldados romanos, juegan con él como a la gallina ciega. «Los que tenían preso a Jesús se burlaban de él, dándole golpes. Le habían tapado los ojos y le preguntaban: ¡Adivina quién te ha pegado! Y le decían otras muchas injurias». (Lc 22, 63-65).

El rostro amable, sereno y apacible, de la imagen de Nuestro Señor Jesús, Cautivo, inspira ternura y compasión. «Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca». (Is 53,7).

Este año por fin, si no se presenta ningún contratiempo, Nuestro Señor Cautivo saldrá a la calle, por primera vez, el próximo Martes Santo.

El Miércoles Santo, al anochecer, tiene lugar la procesión de Jesús Nazareno y la Virgen del Calvario, se dirigen a la iglesia de San Francisco, donde es recibida la imagen del Divino Señor, hasta la tarde del Jueves Santo.

«Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado de la Calavera (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron». (Jn 19,17).

Al llegar a San Francisco, Nuestra Señora del Calvario sigue su camino en solitario, llevada a los hombros de sus costaleras.

«(Madre). Déjame que te restañe ese llanto cristalino,

y a la vera del camino permite que te acompañe»2.

Cuando la imagen de Nuestro Señor Nazareno entra en San Francisco y todos se marchan y se cierra la puerta, después de tanto ajetreo, me tranquiliza mucho quedarme un rato allí sentado, yo solo, a la luz de las lamparillas que las personas devotas han encendido. Allí, en soledad y silencio. «Solus, cum Deo solo». Solo, a solas con el Señor. Me viene siempre a la memoria este soneto de Lope de Vega:

2Idem.

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?

¿Qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:

«Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,

«Mañana le abriremos», respondía, para lo mismo responder mañana!

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JUEVES SANTO

En la liturgia del Jueves Santo, Jesús se hace comida y bebida para nuestro camino diario. El Señor, además, lava los pies de los discípulos y les dice: «Entre vosotros, el más importante ha de ser como el menor, y el que manda como el que sirve». (Lc 22,26).

Llegada la hora, con milimétrica precisión, sale de San Francisco la imagen de Jesús Nazareno, llevado por sus costaleros, a los acordes de su propia banda. Cuando todo está en su sitio, comienza el cortejo, esta vez, calle San Francisco arriba. Hay que llegar al lugar del encuentro, entre nosotros conocido, con el popular nombre de las «Las Pasaderas».

Mientras tanto, por la calle Lares, se escuchan las notas de la banda municipal, que acompaña a la imagen de Nuestra Señora de los Dolores que, a los hombros de sus costaleros, viene bajando lentamente, con la belleza tan morena de su rostro.

Triste camina, camina llorosa, la Madre Dolorosa del Redentor.

Camina, y su cara morena, flor de azucena, ha perdido el color.

Como dijo el poeta: «De paloma deslumbrada tienes la piel del dolor».3

Viene bajo bordado palio con sus bambalinas al vaivén de los varales y al tintineo de los rosarios a ellos prendidos. Viene majestuosa, iluminada por toda su candelería y perfumada de incienso. Viene al encuentro de su hijo. Hay aglomeración de personas. Hay mucha emoción en ese momento tan esperado. Se va a escenificar el cuarto dolor de Nuestra Señora: «María se encuentra con su Hijo cargando con la cruz».

«Del Calvario, subiendo a la cumbre, el reo divino a su madre encontró y una espada de filos agudos, del hijo a la madre hirió el corazón». (IV Estación del Vía Crucis cantado).

A las doce de la noche del Jueves Santo, sale a la calle la imagen del Santísimo Cristo de la Pobreza. Viene bien traer ahora las palabras de San Pablo.

«Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza». (2Cor 8,9).

Hace su recorrido en recogimiento y silencio esta bella imagen de nuestro Señor clavado en la Cruz:

«Cristo, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz». (Flp 2,8). Es una procesión austera y sobria, como corresponde al Señor Crucificado.

«Tiembla el orbe y el sol se oscurece al ver en un palo expirar a mi Dios, rompe el llanto también alma mía, pensando que muere Jesús por tu amor». (XII Estación del Vía Crucis cantado).

Enriquece el alma y hace mucho bien espiritual rezar las catorce estaciones del Vía Crucis en la noche del Jueves Santo, con la bendita imagen del Señor de la Pobreza. «Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo».

3 Verso del sacerdote y poeta Francisco Cañamero.

En esta tarde, Cristo del Calvario, vine a rogarte por mi carne enferma; pero, al verte, mis ojos van y vienen de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo explicarte a ti mi soledad, cuando en la cruz alzado y solo estás?

¿Cómo explicarte que no tengo amor, cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada, huyeron de mí todas mis dolencias.

El ímpetu del ruego que traía se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada, estar aquí, junto a tu imagen muerta,

ir aprendiendo que el dolor es sólo

la llave santa de tu santa puerta. Amén4.

«En la cruz, Jesús me amó y se entregó por mí». (Gal 2,20).

4 Poema de Gabriela Mistral (1889-1957).

VIERNES SANTO

El Viernes Santo se centra en el misterio del árbol la cruz, En contraposición a aquel otro árbol del Paraíso, la cruz es el árbol nuevo que es causa de salvación y derrota del pecado y de la muerte eterna.

«Porque has puesto (Señor) la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido». (Prefacio de la Exaltación de la Santa Cruz).

La entrega de Cristo llega a su máxima expresión en la cruz, en la tarde del Viernes Santo. Todos los ritos de este día han de ser contemplados desde la cruz y la pasión.

El Viernes Santo, las iglesias mantienen todo el día las puertas abiertas desde la mañana. Los miembros de la Junta de Cofradías, visitan los diversos «monumentos» para adorar al Santísimo Sacramento. Resulta muy emotivo ver a familias enteras, padres, hijos, abuelos y nietos cumplir la tradición, la santa costumbre, de visitar en este día las iglesias, donde los sagrarios están bellamente adornados como homenaje a Jesús Sacramentado.

Para el pueblo cristiano la muerte de Cristo en el Calvario es un castigo injusto e infame. Aquí alcanza razón y sentido que la Iglesia se oponga a la iniquidad de la pena de muerte y, a todas las demás formas de negación de la vida humana. Vaya por mi parte, desde este atril, una proclamación rotunda en favor de toda vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. Como cristianos tenemos el deber de acoger y cuidar la vida como un gran regalo, como precioso don de Dios.

Los creyentes no podemos caer en la trampa del relativismo, de que lo correcto o lo incorrecto, lo bueno o lo malo, pueda depender de la legalidad vigente en cada momento, o de la opinión de la mayoría. Mucho cuidado, porque Pilato, cayó en la trampa y, por darle gusto al pueblo, condenó a muerte a Jesús.

«Viendo Pilato que no conseguía nada, sino que el alboroto iba en aumento, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: no me hago responsable de esta muerte; allá vosotros. Todo el pueblo respondió:

¡Nosotros y nuestros hijos nos hacemos responsables de esta muerte!». (Mt 27, 24-26).

«Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús para que lo azotaran y, después, lo crucificaran». (Mc 15, 15).

El Viernes Santo, cuando por la tarde, en nuestras parroquias, terminan los Santos Oficios, tiene lugar la procesión del Santo Entierro de Cristo. Detrás de la imagen yacente de Nuestro Señor, va siempre, la imagen bendita de su Santa Madre, en dolorosa soledad. Es un acto solemne, en recogimiento y en respeto.

Seguramente, la procesión del Santo Entierro de Cristo es la expresión de religiosidad popular más significativa y emblemática de la Semana Santa. Nadie es un extraño en ese cortejo, porque en un entierro nadie sobra, y al que asiste se le agradece la presencia.

Esta procesión suele ser la más oficial. A ella acuden todas las cofradías de la Semana Santa con sus insignias y estandartes. No faltan nunca las autoridades civiles, militares y judiciales, con gran asistencia de personas de toda clase y condición.

«Al caer la tarde, llegó un hombre rico, llamado José, natural de Arimatea, que también se había hecho discípulo de Jesús. Este José se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato mandó que se lo entregaran. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo puso en un sepulcro nuevo que había hecho excavar en la roca. Rodó una piedra grande a la puerta del sepulcro y se fue». (Mt 27, 57-60).

«En un frio y profundo sepulcro, los restos sagrados guardáronse ya, triste Madre, cuan sola te quedas, ¿seré yo el culpable de tu soledad? (XIV Estación del Vía Crucis cantado).

Se cerró el sepulcro y cayó la noche. «Nunca tan adentro tuvo al sol la tierra».

En la noche del Viernes Santo sale en silencio Nuestra Señora de la Soledad.

Y viene a la memoria un versículo del libro de las Lamentaciones.

«Vosotros, los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta». (Lam 1, 12).

Señora, esta noche, deja que el pueblo de Villanueva te acompañe en tu Soledad de la Serena. Deja que los que te llevan a hombros, como los ruiseñores, te abaniquen, llevándote en volandas.

Como una madre que acaba de enterrar a su hijo, María, desolada, estaría deseando recogerse en casa. Y tanto es así, que cuando su imagen llega a las puestas de la Capilla del Santo Sepulcro, los costaleros entran con ella en una carrera trepidante. Y se cierra la puerta.

«Ya está muerto tu hijo. Ya ha quedado el cielo de la tarde detenido

en un rumor de lágrima. (…)

A solas tu dolor sangra y la prueba rezuma llena de amargura y llanto… Y ahora esa soledad… ¡Mira la pena con que contigo llora Villanueva y se hace más Pasión el Viernes Santo, Madre, en tu soledad de la Serena! 5.

Señora, ahora sí, ahora, «Sola cum Deo sola». Sola, a solas con Dios.

5 Poema de José Miguel Santiago Castelo.

SÁBADO SANTO

El Sábado Santo la Iglesia permanece en silencio junto al sepulcro del Señor, esperando en oración su gloriosa resurrección. En este día no hay culto litúrgico, por eso, la Iglesia se abstiene absolutamente de la Santa Misa, por eso, el altar está desnudo y el sagrario abierto y vacío.

Cristo descansa en el sepulcro. «Consumatum est». «Todo se ha cumplido». El Señor ha bajado al lugar de los muertos, ha ido a rescatar del abismo a nuestros padres Adán y Eva: «Va a buscar a nuestro primer padre como si éste fuera la oveja perdida (…), va a liberar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva»6.

VIGILIA PASCUAL

En la noche de Sábado tiene lugar la Solemne Vigilia Pascual. Es la noche más esplendorosa, la noche de las noches, la más grande de todo el año cristiano. La celebración más importante de todas las celebraciones cristianas: «Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo (…). Porque él ha pagado por nosotros al Eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló el recibo del antiguo pecado. Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! (...)

¡Qué noche tan dichosa! Solo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos»7.

En la tarde del Sábado Santo, en la capilla del convento de las monjas Concepcionistas, los hermanos y hermanas del Resucitado, han preparado con primor la imagen del Divino Señor. Han hecho lo propio los hermanos y hermanas de Nuestra Señora de la Aurora, para la alegre alborada, el gran encuentro, el acto culminante que tendrá lugar en la mañana gloriosa del Domingo. La imagen de Cristo resucitado lleva en una mano el banderín del triunfo con la palabra ¡Aleluya! y en la otra un ramo de olivo.

6 Cf. Oficio de Lectura de la Liturgia de las horas de Sábado Santo.

7 Misal Romano. Pregón Pascual.

La paloma que soltó Noé para ver si las aguas del diluvio habían bajado, volvió al arca al cabo de siete días, trayendo en su pico un ramo verde de olivo, significando que Dios había perdonado a la humanidad.

Qué poéticamente lo expresa San Juan de la Cruz, en el Cántico espiritual, cuando dice: «La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado».

Nuestra Señora, «Aurora esplendente de luz y color, lucero del alba», lleva en su mano un ramillete de flores y las hermanas de la cofradía le han arreglado los tirabuzones para que vuelen al aire, cuando corra apresurada al encuentro de su Hijo resucitado.

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

Llegó la mañana del Domingo de Pascua. En las calles de Villanueva hay ajetreo de personas que, a paso ligero, se encaminan a la Plaza para conseguir un buen sitio. Nadie se quiere perder este momento tan esperado. ¡Es el día de la Carrerita!

Qué contraste tan grande entre el Viernes Santo y este Domingo. En ambos días la Madre de Dios tiene prisa, mucha prisa. Qué dos carreras tan diferentes. Si el Viernes Santo, después de enterrar a su Hijo, María, en su Soledad, deseaba entrar cuanto antes en su casa, en la mañana gloriosa del Domingo de Resurrección no puede aguantar más tiempo en casa y por eso, ella, el lucero del alba, la estrella de la mañana, sabe que se ha cumplido la promesa: Cristo ha resucitado. Y sale a su encuentro, vestida del sol, y al verlo, joven y bello, glorioso y resucitado, no puede contener su alegría y corre, corre a su encuentro, en esa Carrerita que la conduce al abrazo, llevada en volandas por esos afortunados a los que les ha tocado la suerte de correr con ella, al encuentro del Señor resucitado.

«Vimos romper el día sobre tu hermoso rostro, y al sol abrirse paso por tu frente». «Cristo entre los vivos y la muerte muerta».

La imagen del Señor resucitado está esperando en la Plaza. Cristo glorioso, rodeado de tantos padres y madres con sus niños pequeños en brazos o subidos a sus hombros. Esos padres y madres, sin decir palabra alguna, les están enseñando a sus hijos la mejor de todas las catequesis.

Y por fin, llegó el momento, el encuentro tan esperado, y las imágenes del Resucitado y de la Aurora son llevadas en procesión entre un sano jolgorio y una alegre algarabía de aplausos, cantos, música. Y todas las campanas repicando al vuelo, entonan este canto:

«Alegre la mañana que nos habla de ti. ¡Bendita la mañana que trae la gran noticia de tu presencia joven, en gloria y poderío. La serena certeza con que el día proclama que el sepulcro de Cristo está vacío!» 8

Amigos míos, si al comienzo de este Pregón, lloraba el ruiseñor más pequeño del villancico, porque el Niño tenía que subir al leño, ahora en cambio y para siempre.

Ríe, que te ríe, ríe,

el ruiseñor más risueño.

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